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Ena Lucía Portela

Autor(a) de One Hundred Bottles

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Obras por Ena Lucía Portela

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Havana Noir (2019) — Contribuidor — 75 exemplares
The Future Is Not Ours: New Latin American Fiction (2012) — Contribuidor — 26 exemplares

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Conhecimento Comum

Nome canónico
Portela, Ena Lucía
Data de nascimento
1972-12-19
Sexo
female
Nacionalidade
Cuba
País (no mapa)
Cuba
Local de nascimento
La Habana, Cuba

Membros

Críticas

Inferno
Ena Lucía Portela, La sombra del caminante
2001, La Habana, Letras Cubanas, 258 págs

La sombra del caminante bien podría, más allá de cualquier contrapunto a justo título, haberse llamado Inferno: éste es un libro sobre el mal. O quizá aclaren las mayúsculas, el Mal. No, como pretende la contracubierta, «un relato sobre la violencia en el mundo contemporáneo»; poco hay de contemporáneo y mucho menos del mundo en el territorio tan singular de ese infierno, la isla endiablada en el libro, La Habana. ¿Sobre, acerca de? ¿Puede algo en verdad decirse –narrarse, escribirse, nombrarse a ciencia cierta– sobre el Mal? Acaso en el mal, o transido del mal, sobre –elevado, por encima de– el Mal. Tres de las novelas cubanas más importantes*1* de los últimos años tratan, en registros muy alejados entre sí, de lo mismo; quizá en ninguna como en ésta sea tan patente por qué será.
La sombra es, sin duda, la más cercana a purulencias, a la torva visceralidad del odio al otro por el hecho de ser distinto o mejor o ser otro. Sin espejo ni enigma; la cercanía es desnuda, sangrante. Sus personajes llevan sobre el cuerpo las cicatrices de la tortura y del odio («En vano la insomne busca explicaciones, argumentos, coartadas, alguna idea que funcione a modo de exorcismo. Frente al demonio de la perversidad, como diría Poe, las ideas no funcionan. A la insomne no le queda más remedio que aceptar la evidencia: alguien ha lastimado al hombrecito deliberadamente. Alguien lo ha torturado. Detrás de la cicatriz en la espalda hay una historia sádica»). Cuerpo, el de estos personajes, al cabo ajeno en el trasunto del rencor de la turba: «…alcanzas a percibir tu cuerpo como algo ajeno a ti, algo que puede romperse como un cacharro de cristal, así de simple (…) Te ves desde arriba y desde arriba las ves a ellas, en silencio y en cámara lenta, dándole patadas y patadas y patadas a algo que no eres tú y luego ya no ves…».
Sus personajes, se ha dicho. Aun para hablar del que articula la trama habrá que recurrir al plural, personajes: uno y distinto y el mismo, Lorenzo y Gabriela, en amalgama que no es sólo la del género ni la del punto de vista. La fábula que sostiene la novela se sostiene a su vez sobre su doble persona: Gabriela / Lorenzo mata, espera el castigo, huye y se esconde (primero, del castigo; luego ya no importa de qué, de todo, se esconde). Ni el castigo –en forma de justicia, en forma lo menos de noticia– llega nunca, quizá porque el castigo es previo a la culpa, ni el horror de la fuga es castigo, sino mera rutina, la del mal trivial o banal que se alimenta a sí mismo. El castigo y en consecuencia toda culpa –cuesta no leer en el fondo del relato– son previos, y todo sentido su ausencia.
De hecho, la única reconciliación con el otro conduce, en el relato, a ausencia, olvido, reconciliado suicidio (reconciliación que lo es también de identidades: del sexo, el cuerpo, la raza, la lengua). Salirse de la rueda del odio conlleva –ausencia última, olvido pleno y no sus sucedáneos: coca y alcohol sólo un tránsito, analgésicos– para Aimée y Gabriela / Lorenzo la muerte. Una muerte que se parece, tal como el texto la presenta, a un nirvana o un éxtasis –«…el arrebato es un vaivén, un columpio, un reloj de péndulo. Primero sube y luego baja [...] El único modo de permanecer arriba, arriba para siempre, sería morirse»–, pero que tiene mucho más de fuga del infierno que de paraíso buscado. Arriba hay que leerlo como a salvo.
Podría pensarse, de una escritura donde prima el intento de construirse desde su propia entidad –como escritura, texto, plenitud de la palabra–, que lo referencial es sólo motivo, pretexto, esqueleto sobre el cual realizarse (y no habría, conste, nada que objetar si lo fuese). Si algo caracteriza, en cambio, La sombra es la trabada imbricación entre lo meramente narrativo (con la ineludible presencia de un amplio cuerpo referencial, que mira no sólo a la realidad sino también a lo oral, los muchos registros en que ella misma se miente o se dice) y la propia escritura, que se construyen y alimentan en trance recíproco, ánima y cuerpo sucesivos de un único todo.
Ya la primera novela de Portela (El pájaro: pincel y tinta china, 1999, Unión) se movía en una línea parecida, pero lo que en aquella quedaba en el texto como tensión entre escritura y realidad, contrapunto en alguna medida beligerante entre, dicho rápido y mal, el qué y el cómo, en ésta se resuelve en equilibrio, como unidad la mayor parte del texto indiscernible. Una fusión, mutatis mutandi, de algún modo similar a la de Lorenzo / Gabriela: uno y el mismo, distintos, cada uno por el otro completo.
El abismo entre la palabra y lo que nombra es aquí otro, el que se apunta al inicio: qué puede decirse sobre el mal que se salve de la anécdota, de una realidad que lo convierte o consume en rutina trivial. Cómo contarlo sin rebajarlo a relato, a testimonio inverosímil. La solución de fondo, en términos de construcción textual pero también de construcción de sentido, es la de conservar el abismo, apropiárselo con todo el rigor de una imposibilidad que deviene, por así decir, adversativa; contar el a pesar de, contar ese en el mal o sobre: «Nunca, sin embargo, se lo has contado a nadie. No te animas a contarlo en ninguna parte porque sabes muy bien que nadie lo creería. Porque los altares embarrados de sangre y chamusquina se ocultan en lo intrincado, en lo más profundo del bosque y los sacerdotes escapan una vez consumado el sacrificio. Porque tus oyentes dirían ¡bah! antes de mirarte como se mira a las personas que exageran o que precisan con urgencia de un tratamiento psiquiátrico. Pero no te animas a contarlo, sobre todo, porque sientes que de alguna forma tuya es la culpa, la endemoniada culpa».
Leamos de nuevo. Nada que pese tanto como ese sin embargo: sin embargo, la endemoniada culpa. Sin castigo –impune– y previa. Ninguna como la del mal que, pese a todo –sin embargo– proseguirá sin nombre, presencia insoslayable. O la del dolor del otro, de los otros siempre ajenos, resonando como un grito o lejano como ecos del miedo, mejor y más en el bosque oscuro de lo que no tiene nombre, o cuyo nombre es legión. Impune sobre todo en tanto innominada, por no dicha, solventada en rutina; en las páginas de La sombra alguna de sus siluetas cobra cuerpo, y parte lo menos de lo sin embargo no dicho se revela en palabras, escritura, sentido que aclare o exorcize lo profundo del bosque.
*1*Huelga añadir que a mi juicio, pero sí conviene precisar par de cosas. Primero, el milagro y el santo: pienso en El libro de la realidad, de Arturo Arango, en La falacia, de Gerardo Fernández Fe, y en ésta, La sombra del caminante. Curiosamente, las tres terminan con la muerte o lo menos una muerte: la anulación del ser como la única resistencia al Mal. Segundo, el término importante es lo bastante evanescente como para resultar lo que de hecho es en la frase, una elipsis: quiero decir, las más plenas literariamente hablando, las de mayor alcance de sentido –más allá de relevancias valorativas en una historia literaria, y más en una como la cubana, tan tullida de circunstancias­.
(reseña completa en Revista Hispanocubana 13, Madrid)
… (mais)
 
Assinalado
perezcino | Jan 11, 2009 |
Współczesną Kubę postrzega się na ogół jako komunistyczny skansen, traktowany z mieszaniną fascynacji i poczucia wyższości. Powieść Porteli przypomina, że ludzie niezależnie od ograniczeń narzucanych przez reżim zawsze próbują żyć i kochać - szukając nieraz zapomnienia w sztuce, alkoholu, narkotykach czy seksie. A Kubańczycy wszystko to robią ze szczególną fantazją. Znajdujemy w tej książce niezwykle sugestywny obraz dekadenckiej Hawany końca XX wieku, ale także głęboką analizę ponadczasowej na gruncie iberoamerykańskim ideologii macho, która niszczy osobowość kobiety, sprawiając, że właśnie w poniżeniu i bólu znajduje ona zaspokojenie namiętności. Jednak określenie tej powieści jako feministycznej byłoby błędne, bo autorka unika wszelkiego schematyzmu, czarno-białego ukazywania rzeczywistości: pokazuje współczesną kubańską kobietę taką, jaka jest.… (mais)
 
Assinalado
sowisko | Apr 16, 2007 |

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